el que busca encuentra:

you and me, maybe is automatic

«tal vez el afecto profundo y verdadero se defina por no penetrar vagina sin consentimiento».

jueves, 4 de agosto de 2011

chuck palahniuk

EL CONSULTOR
Un poema sobre el Casamentero
«Si amas algo –dice el Casamentero–, libéralo.»
Pero no te sorprendas si vuelve con un herpes...

El Casamentero en el escenario, con la espalda encorvada y las manos hundidas
en los bolsillos de su peto.
Con las botas cubiertas de una costra de mierda de caballo seca.
La camisa a cuadros. De franela. Con broches de perla en vez de botones.

En el escenario, en vez de un foco, un fragmento de película:
vídeos de bodas donde parejas de novias se cambian los anillos,
se besan y corren fuera bajo una ventisca de arroz blanco.
Todo esto se desliza sobre su cara mientras el Casamentero se
estira el labio inferior para meterse dentro una mascada
de tabaco de mascar.

El Casamentero dice: «La chica a la que yo quería creía que
podía casarse con alguien mejor».
Aquella chica quería un hombre más alto, muy bronceado, con el pelo largo y la polla más
grande.
Que tocara la guitarra.
Así que le dijo «no» la primera vez que él se propuso de rodillas.

Y el Casamentero contrató a un chapero llamado Steed, un
gigoló que se anunciaba así:
Pelo largo y una polla tan gruesa como un frasco de chile.
Y que podía aprendera tocar un par de acordes.
Y Steed fingió que se la encontraba por accidente, en la iglesia.
Y luego otra vez en la biblioteca.
El Casamentero le pagaba doscientos dólares por encuentro,
y tomaba apuntes cuando el chapero le contaba cuánto le gustaba a la chica que le manosearan
los pezones desde detrás. Y la mejor manera de hacer que se corriera dos o tres veces.
Steed le mandaba rosas. Le cantaba canciones. Steed se la folló
en asientos traseros y jacuzzis,
y allí le juró amor y devoción eternos.
Luego se pasó una semana sin llamarla. Dos semanas. Un mes.
Hasta que fingió que se la encontraba otra vez por
accidente, otra vez en la iglesia.
Allí Steed le dijo que habían acabado... porque ella era
demasiado guarrilla. Casi una puta.

«Os juro –dice el Casamentero–
que el tipo la llamó puta a ella.
Pero menuda jeta tenía el tío...»
Que Dios le bendiga.

Y este era el plan secreto del Casamentero para provocarle a su novia
un corazón roto prematuro y acelerado. Y luego atraparla antes de que se recuperara.
En su última reunión con Steed, le pagó cincuenta pavos extra por una mamada.
Steed de rodillas allí, trabajando entre sus rodillas.
Así, cuando su futura esposa tuviera sus perfectamente ensayados
orgasmos múltiples,
el hombre en que ella pensara no sería un desconocido total para su marido,
el Casamentero.

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