Facundo los mira apoyado en la barra, y así se da cuenta de lo pequeño que es Vian al lado de Oscar y de lo pequeño que es Dios al lado de cualquiera. Pero no se aflije. Su propia vida es bastante triste, y entonces, más que nunca, comprende que no hay otra opción que la de volver a la ciudad y al trabajo, olvidarse de todo esto.
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